Mucho
tiempo tuvo que pasar para que los tubareños
nos acostumbráramos a la idea que Catalina no era nuestra, por lo menos
a mí me pasó, crecí convencida sobre tal
afirmación que el día que tuve la oportunidad de estar frente a su monumento en
el corralito de Piedras, pensé, “tú deberías estar en la plaza de Tubará”. Le
conté a muchos la leyenda con orgullo de
raza y les decía que esta historia eran tan cierta como que en mi pueblo había
un sitio denominado “el chorro del ahorcado”
testigo del fatídico hecho, dónde Haré, hijo del cacique Morotoava, se
quitara la vida al colgarse de un árbol, mientras su amada estaría lejos con un
hidalgo, ignorante del sacrificio de su
enamorado. El tiempo me dio la respuesta y
conocí la historia de ésta mujer querida por muchos y odiada por otros.
Catalina no era su verdadero nombre, tampoco
se sabe el momento en el que empieza a llamarse Catalina. La hija preferida del cacique Galeras, gobernante de
una sociedad indígena de la etnia Caribe, dedicada a la extracción de sal marina.
A sus 14 años, es raptada por el
conquistador español Diego de Nicuesa del pueblo Zamba (actual Galerazamba corregimiento
de Bolívar, Colombia). Los españoles la llevan a Santo Domingo, donde le imponen la religión
católica y sus costumbres.
Pasaron más de veinte años después de su rapto para que ella regresara, junto a Pedro
de Heredia, siendo su intérprete. Contactó
a los indígenas, logró la pacificación
de varias tribus, enseñó a los españoles la ubicación de los tesoros de oro y
ayudó en la colonización de Cartagena. Por esto es conocida como la
pacificadora de las tribus indígenas,
aunque esta apreciación no sea compartida por los historiadores ya que
estos sucesos terminan con el aniquilamiento de
los indígenas Calamarí. La figura
esbelta de la India Catalina tampoco concuerda, con su real apariencia, ella una mujer bajita, gordita, de pómulos salientes,
nada tiene que ver con la India Catalina magnificada y embellecida por el
artista Eladio Gil. Galerazamba, también
exhibe orgullosa una estatua de la Catalina idealizada.
Años después, se casa
con Alonso Montañés o Alonso Montes, sobrino de Pedro de Heredia. Con él, se
fue a vivir a Sevilla de dónde nunca regreso.
Isabel Patricia Vargas
isabel.vargaslara@gmail.com
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