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jueves, 29 de enero de 2015

Una historia que sabe a pueblo

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Resulta familiar por estos días escuchar los comentarios de las personas acerca del fenómeno televisivo que invade  nuestro país, la historia que recrea la vida de uno de los grandes del folclor vallenato, Diomedes Díaz, el Cacique de la Junta. Comentarios buenos y malos, insultos entre fans y unos cuantos contrarios en las redes sociales; lamentos y  lágrimas le han sacado a sus seguidores las vivencias y relatos recreados en las polvorientas calles de la Junta, corregimiento de San Juan del Cesar, en la ardiente Guajira. Bastante se habla del artista de sus amores y desamores,   aciertos y desaciertos en su vida personal; sin embargo más de uno a quedado cautivado con el impecable trabajo fotográfico y las escenas grabadas en esos  hermosos paisajes que muestran la vida de los pueblos en la costa, a esto se suma la sencillez  de  los actores naturales que impregnan un sabor a pueblo que muchos se han identificado en alguna escena.

Sentada en un taburete siento en mí la añoranza por unos tiempos que no volverán, donde el tiempo parecía detenerse, tiempos de espiritualidad y en el cual hasta el mínimo detalle se valoraba y  se disfrutaba en armonía con la naturaleza.

La tranquilidad vivida cuarenta o cincuenta años atrás, antes que la violencia se paseara amenazante por las calles de ciertos municipios de la región, se percibía en la mirada inocente de los niños en los pueblos, que podían salir desde la mañana y regresar por la tarde si era el caso y no había peligro alguno,  ayudando a sus padres en los quehaceres del campo, jugando en los carros improvisados con tablas y balineras de carros viejos, más de uno creció corriendo con el pie descalzo, sin camisa y mojoso, bañándose en los ríos o arroyos naturales y libres de contaminación, era el tiempo de la chicha, los bollos, el café colao con bolsas de tela, cuando el chocolate que se comía era hecho por las abuelas con maíz cariaco, panela y una pizca de pimienta picante.  

Los árboles frondosos y las plazas del pueblo servían como puntos de encuentros de largas tertulias y como refugio para refrescar el ambiente de las altas temperaturas reinantes en esta región. 

Hoy estos episodios  rememoran la época de nuestros abuelos, de  amores furtivos y el respeto por la palabra, la tranquilidad provinciana y herencia campesina que describió el Cacique en una de sus primeras canciones ¨el Cantor campesino,  a pesar de las dificultades la fuerza que le imponían a una de las características que identifica a la región caribe  como es mantener unida a la familia.

Isabel Vargas Lara (*)
@VargaIsabel

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