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sábado, 8 de agosto de 2015

Un atardecer en la Avenida del Río Magdalena

Muelle en la Avenida del Río en Barranquilla, Colombia.
Hace unos días leí en el muro de facebook de una amiga que dicen que los noruegos nacen con los skies pegados a sus pies y la realidad le da la razón porque entre los útiles y requerimientos de la escuela para su hijo en edad preescolar está llevar un par de ellos. Es lo más normal para un país que convive con las montañas y la nieve. Entonces, qué podríamos decir de los barranquilleros con la bendición de nacer justo donde desemboca el río más largo de Colombia y se besa con el mar Caribe. Confieso que en mis 44 años de vida no había disfrutado tanto de este regalo que nos ha dado la naturaleza como hoy. De pequeña disfruté de las playas de Salgar y Pradomar, en Puerto Colombia ; luego Puerto Velero y Caño Dulce en Tubará, pero del Río Magdalena solamente los versos de las canciones.

Sin programarlo y buscando un espacio nuevo para tomarnos fotos en familia, el capitán de la casa dijo: "Vamos a la Avenida del Rio!" La grumete encargada del avistamiento celebró el destino y ¿empezó la cuenta regresiva con la frase repetida y llena de emoción: "¿Ya llegamos?". Me sentí casi en un pedazo de la película Shrek y la cómica escena de Burro preguntando sacando de casillas al ogro verde: ¿Ya llegamos?.  Con el mismo asombro que esos personajes tienen su encuentro con el reino de Fiona, llegamos a la Avenida del Río en Barranquilla. 

La sensación fue maravillosa. Casi no había espacio para parquear, la cantidad de familias con las 3 generaciones disfrutando de un atardecer a la orilla del Río Magdalena. Niños entre bicicletas y cometas, grupos de amigos adolescentes sentados mirando hacia el horizonte y viendo pasar embarcaciones, padres e hijos en el ejercicio de la pesca en cada muelle o simplemente caminando. Todos tenían algo que hacer, que compartir, que conversar y hasta cantar. Al lado nuestro pasó un papá cantando a su hijo de casi 3 años: "Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla". Y es que así como un noruego nace con los pies pegados a skies, los barranquilleros necesitamos de esa conexión con río Magdalena. Gracias a la caminata y estaciones que hicimos durante casi una hora pude entender mejor nuestra historia, nuestra condición de brazos abiertos, de sitio de libres, de movimiento permanente. Recordé mi clase de filosofía en secundaria cuando estudiaba en el Colegio Americano, una frase Heráclito que memoricé y que jamás olvidé: "Nadie se baña dos veces en el mismo río". No solo fluye el río, nosotros también cambiamos y no hay razones para que Barranquilla no progrese si su historia y geografía está determinada por el movimiento. Asímismo nosotros como ciudadanos y ciudadanas de esta esquina que siempre ha sido estratégica para Colombia.

A mis coterráneos les recomiendo este paseo, es agradable, es nutritivo para el alma y las emociones, se encuentra uno con uno mismo, sin dejar a un lado que quedan unas fotos maravillosas para el álbum familiar. A los extranjeros o visitantes, es conocer una avenida que significa mucho para las nuevas generaciones barranquilleros porque da una vista distinta de la ciudad, sin fronteras, que avanza, y yo espero que mucho para bien de todos.

Otra visión de Barranquilla, desde la Avenida del Río.

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