Hace poco mi amiga +Marta Castellar me dijo: "No sabía que te gustaran tanto las plantas". Y yo le contesté: "Yo tampoco". Compartimos una amistad de hace poco más de 15 años y aún hay descubrimientos tan sencillos como este.

Sin embargo la historia continuó, cuando mi hija reclamaba hacer caminatas conmigo por el barrio, arrancaba flores que encontraba y traía algunas para su papá. Ese ejercicio me hizo recordar que las plantas de mi madrina las iniciaba con pequeños tronquitos de distintos clases de "Crotos" porque le gustaban. Los ponía en agua hasta que le salieran raíz y luego los sembraba. Así empecé con las begonias. Pero por la falta de cuidado y atención en otros asuntos volvió a pasar lo mismo, se quemaron y se secaron. Mi esposo me demostró que podía sacarlas adelante si me lo proponía, porque con dedicación volvieron a tomar su verde y florecer. Volví a tomar las riendas del asunto.

Dicen que tienen un ciclo, que tienen un mes para florecer o que son delicadas y la aventura ornamental emprendida puede no tener éxito. La lección más grande es que el amor no puede hacer caso a todo lo que dicen, la historia de cada una es única e irrepetible y sorpresas te llevas.

Los jardínes traen hormigas, zun zun, pájaros, insectos y otras cosas que pueden entorpecer la labor. Mi hija involucró como hadas de las plantas a sus personajes de la televisión y el cine. Ellos actúan como protectores y la cosa parece arrojar buenos resultados. Entre los protagonistas de Frozen, My little Ponys, Los Pingüinos de Madagascar y otros tenemos guardianes del nuestro jardín.
No somos expertos en jardinería ni tenemos pretensiones de ello, la realidad es que tener uno en casa alimenta la historia de amor de tu familia y de tu hogar. Al menos eso concluyo con el ejemplo de mi abuela Carlota y mi madrina, como también lo vivo ahora con mi esposo e hija. Es como trasladar a un pequeño espacio de tu casa un aprendizaje diario de naturaleza pura para ti y los tuyos, basta con darle un sentido de vida y sin fronteras para el amor.
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