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miércoles, 6 de abril de 2011

La importancia de conocer los vocablos femeninos para una comunicación no sexista

El tratamiento del idioma ante las propuestas no sexistas generan confusión entre escritores, lectores y estrés entre los periodistas que realizan una producción diaria de noticias y textos. Hace unos días recibí invitación a participar en un grupo de Facebook con el nombre de "Periodistas por una comunicación no sexista" y que ya cuenta con 90 inscritos, entre los que se cuentan hombres y mujeres. Interesante iniciativa de la periodista Carmen Peña que nos lleva a reflexionar sobre los usos del género en las palabras. Como las cosas no suceden por casualidad, a mi correo llegó un mensaje sobre el uso correcto del español escrito por Jairo Cala Otero que no dudé un instante compartir con los lectores de Panel Sin fronteras.

Con el artículo de Cala, comprendemos que la comunicación no sexista no tiene un propósito arbitrario, sino una clara intención de conocer mejor nuestro idioma para dar el espacio y relevancia que requiere la perspectiva de género en el periodismo y la comunicación.


Español correcto

Los vocablos femeninos son útiles y aclaratorios

Por Jairo Cala Otero / Periodista especializado en lengua española

Es innecesario y deslucido acudir a fórmulas advenedizas para escribir, como ya lo han dicho reiteradamente las autoridades lingüísticas. Particularmente, el uso de giros «femeninos», en un intento por «igualar» el tratamiento para las mujeres, termina por generar alteración de la normatividad gramatical; y por descomponer el gusto por la escritura elegante y correcta.

Como lo indica la Real Academia Española -RAE- un mueble puede ser masculino, pero no es macho; y una silla podrá ser considerada femenina, pero no es hembra. Alusión ésta que indica claramente que los humanos y animales podemos reproducirnos merced a que poseemos sexo, no género. El género es propiedad de las palabras. De ahí que se las clasifica como de «género femenino» (en semejanza a mujeres); y de «género masculino» (en semejanza a hombres).

No obstante esa claridad lingüística, que no entraña el aludido «machismo» del que tanto hablan los legos que agitan las banderas de la mal llamada «igualdad de género» (deberían hablar de igualdad de sexos), hay algunos casos en que se precisa usar un vocablo femenino en alguna oración, para clarificar a qué sexo se alude. No son, desde luego, muchas las situaciones, pero eventualmente surgen. Y para ello es útil recurrir a aquellas formas.

Así ocurre, por ejemplo, con este titular de prensa: «Comisión de Fiscalía investigará asesinato de juez en Arauca». La noticia se refiere al caso de una mujer que fungía como administradora de justicia en la población de Saravena, en el departamento de Arauca, en los Llanos Orientales de Colombia, y que fue eliminada a balazos por un desconocido cuando se desplazaba entre su residencia y la oficina de trabajo.

Leído desprevenidamente el titular da la idea, al vuelo, de que se alude a un hombre, a un juez, dado que en ese titular el sustantivo juez aparece sin artículo determinante. Porque la cultura machista de muchos hará que tiendan a encasillar ‘juez’ como masculino, en ese caso. Además, porque así han hablado, leído, escuchado y escrito siempre.

Sólo el cuerpo de la información habría de advertir que se trataba, en realidad, de una mujer, es decir, de una jueza. Y esa palabra habría cabido perfectamente en el titular mencionado, sin alterar en nada su extensión. Más claro y directo habría quedado: «Comisión de Fiscalía investigará asesinato de jueza en Arauca». Y, de paso, las defensoras de la equidad de sexos estarían muy contentas y, seguramente, dispuestas a enterrar su errado criterio en el sentido de que el español es machista, como lo pregonan.

Por lo demás, tan correcta y normal es la palabra ‘jueza’ que el Diccionario de la RAE la acoge con la definición: ‘Mujer que desempeña el cargo de juez’. Luego no hay razón válida para esquivar el uso del término ‘jueza’ en referencia a una mujer que ejerce o administra justicia. En cambio, la utilización del masculino ‘juez’, para hablar de una mujer de justicia, crea una discordancia gramatical cuando se incluyen los artículos determinantes ‘la’ y ’una’. Veamos:

«Una juez del caso ‘carrusel de contrataciones’ renunció al cargo».

«Es culpable en materia grave, dijo la juez».

«Se posesionó una juez de menores».

«Lío por ausencia de la juez».
 
Como se nota, en estos ejemplos no concuerdan los artículos femeninos (la - una) con el sustantivo masculino (juez). Y ese «cruce» es un error gramatical, según la normativa vigente. Es algo así como si se apareara un burro con una vaca. Por más que el toro tenga cuernos naturales, ¡eso es incorrecto!

Hay otro ejemplo, clarísimo también, que nos demuestra que los humanos no tenemos género: cuando un médico emite un dictamen respecto de una persona hospitalizada, anota en su reporte clínico: «Fulano (a) de tal, de tantos años, de sexo masculino (femenino)…».


En otros documentos oficiales también aparece la palabrita ‘sexo’, después del nombre de la persona, para aclarar si es hembra o macho. Esa palabra deviene del latín ‘sexus’, y está definida como ‘Condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas’. A los seres humanos se nos clasifica en el reino animal, por si alguien quiere alegar que el diccionario no habla de gente.

Lo importante es no confundirse creyendo que están preguntando por sexualidad, que es distinto: ‘Conjunto de condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo. Apetito sexual, propensión al placer carnal’. Una confusión tal ocurrió en un consultorio médico, donde el doctor le extendió un formulario a un paciente, para que lo rellenara; y en la casilla que decía sexo escribió: «Entre dos y tres veces por semana».

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