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miércoles, 21 de noviembre de 2012

Barranquilla conmovida con la partida de Ernesto McCausland

Cada día al levantarnos es importante dar gracias a Dios y a la vida por un nuevo amanecer. En eso pensaba esta mañana mientras encendía el computador. La costumbre de pequeña fue siempre escuchar al voceador de prensa que con especial resonancia amplificaba su voz gritando: Heraaaldoooo! Hoy ya en la adultez, a las 5:41 am escuché esa voz y antes de abrir mi cuenta de correo personal como inicio de mi rutina, abrí la página de El Heraldo digital.

La imagen de Ernesto McCausland abriendo la edición me confirmó su partida de la vida. Hace unos días una amiga de infancia me comentó: Ernesto está muy mal, fue mi jefe de redacción, compartimos como colegas. Colgamos y quedé con la sensación de un flashback con McCausland. No fui su pupila, no estuve cerca, pero quedé tocada desde ese momento.

Cuando lo conocí en persona, era una niña de 13 años de edad. En el afán reporteril de esa época, registrábamos cada 4 de enero su cumpleaños como el aniversario de un personaje del periodismo local. Me convertí en su seguidora con las crónicas de televisión y sentía la emoción como si lo acompañara en la elaboración de sus historias, más de una vez con el nudo en la garganta y los ojos enlagunados sentía orgullo de ser periodista y de haber podido al menos conocer a su autor.

Pasaron los años y como jefe de comunicaciones de la Fundación Mario Santo Domingo, compartí con él en una de las Misiones de Microempresarios a Europa. Debía atenderlo como parte de mis funciones, pero con la sencillez más grande que su estatura me advirtió que era muy inquieto y que no me preocupara, que cumpliría con nosotros la agenda pero que honestamente debía decirme que tenía que aprovechar para entrevistar a un personaje del acordeón en Alemania. Fue juicioso como el que más y totalmente sincero. Me dediqué a observar su actitud, su manera de entrevistar y escuchar, de celebrar y compartir con los entrevistados, la forma de manejar su libreta pequeña de apuntes y bolso atravesado, era observar cómo el mejor escultor busca el material más adecuado para su pieza. 

Me dió un espaldarazo con la historia recreada y convertida en un Cuento Chino en su columna en El Heraldo, hace 5 años. Con ella expuso una realidad que el mercado automotriz local y nacional enfrentaba, en la que como yo muchos otros también eran afectados. Ernesto, te fuiste y no pude contarte agradecida que luego de la demanda ante la Superintendencia de Industria y Comercio, tu Cuento Chino tuvo un mejor final. 

Cantidad de personas y personajes fueron tocados por la pluma de Ernesto McCausland. Por eso es inevitable que Barranquilla esté conmovida y compungida hoy con su partida. Y yo también.

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